Práctica 2. La mirada del otro (enmascarado) #INVTICUA23

 Autobiografía lectora y audiovisual en el confinamiento.  

Cuando el gobierno decretó el estado de alarma para hacer frente a la expansión del Covid-19, yo era una adolescente de 15 años, cuya única preocupación era aprobar 4º de la ESO para pasar “limpia” a Bachillerato, y estar con el “noviete” que tenía por entonces, no os voy a mentir. Así pues, me limitaba a leer los libros que mandaban los profesores como lecturas obligatorias para poder aprobar el examen consiguiente. Pero no los disfrutaba, posiblemente porque eran lecturas alejadas de mis intereses, como chica de 15 años que era. Cuando se decretó el confinamiento domiciliario, mi hermana, que es filóloga hispánica, me recomendó una serie de libros que la habían marcado. Ella es muy romanticona, todo hay que decirlo. Así que me recomendó novelas de amor y de desamor, pero también de misterio e intriga. Por aquel entonces, yo estaba atravesando mi primer desengaño amoroso, ese “noviete” que os he comentado anteriormente nada más empezar el confinamiento me dejó (luego me di cuenta que me había hecho un favor, jeje), así que como os imaginareis leer novelas de amor no es que me viniese muy bien precisamente, pero aun así le hice caso a mi hermana y leí, entre otras muchas obras que me recomendó, la de Marina, de Carlos Ruiz Zafón. Creo que ha sido el primer y único libro con el que he llorado y no he querido que se acabara jamás… como cuando estás viendo tu serie favorita y la acabas y se te queda un vacío absoluto… pues la misma sensación. También leí Toda la verdad de mis mentiras y En los zapatos de Valeria, de Elísabet Benavent; ambas obras me gustaron, pero “ni fu ni fá”; y Baluarte, de Elvira Sastre. Ahora bien, no me limité exclusivamente a leer, también hice maratones de series y películas: Juego de Tronos, Riverdale, Sex Education y La casa de papel; además de excesivas videollamadas con mis amigas y videos en TikTok. Con todo, mi confinamiento no fue tan malo como me imaginaba, aunque hubo momentos de desesperación y claustrofobia, claro está.